Cuando se le practicó la autopsia, los forenses notificaron que la causa de la muerte había sido su desconfianza crónica.
La torpeza de no fiarse de nada había generado la sequedad de las arterias y por ende, de su vida. Se le había endurecido de tal modo el corazón que hacía tiempo no bombeaba sangre.
En el último aliento, llegó la lucidez a su mente. No había más tiempo...
Alguien comentó cuando lo velaban que hay gente a la que nada les infunde la certeza, ni siquiera la sospecha, de que existe el amor. El difunto entonces abrió los ojos y los volvió a cerrar.
Las letras que escribimos nunca se sabe hasta donde van a llegar. MI PEQUEÑO BLOG DE ESCRITORA.
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Un cuento corto hilvanado para darnos argumentos de que el corazón también se colapsa por no darle espacios a los afectos y el sentimiento. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por pasar por mi blog. Carlos
Cómo agregarme a su blog?
ResponderEliminarHola? Carlos Augusto, sigue por acá? Recién abrí el gadget de seguidores. En fin, puede seguirme así si lo desea.
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