La velada se presentaba interminable, y poco a poco, menos soportable y cada vez con más peso hasta parecer de plomo; y no era por trabajo ni estudio, por nada atrasado y urgente, ni por una larga espera, no era sino por el locuaz recién llegado. Y es que no cesaba de hablar el visitante.
Cada uno de los familiares fingía escucharlo con sumo agrado. Fingían por cortesía, después de tanto tiempo sin verse, y qué modo de fingir, hasta los ojos se mantenían abiertos pese a que se cerraban por el tedio y la boca por lo mismo se abría y se tapaba con la mano y con una media sonrisa se disimulaba.
Pero de repente, como cuando se oye un trueno en medio de un día de sol, inesperadamente, sorprendentemente, la abuela, con su mano fría, dio un golpe seco y penetrante en la mesa. Y el silencio se hizo. Ningún criterio, ni de humanidad, ni de manual de las buena maneras del anfitrión, pudo evitar ya la desbandada de todos los presentes hacia sus cuartos respectivos. Acostados todos, en sus camas, solo se oía la lluvia tras los cristales, y el visitante, que seguía hablando solo, y seguía y seguía, como el tic tac doble de un reloj descontrolado, como una retahíla eterna que no acaba. El primo lejano, con su voz lejana, lejana…, pero constante, pero insaciable, no cesó de emitir sonidos en toda la noche supongo, porque yo me dediqué a una larga sesión de yoga, y en posición de loto, me dormí. Al despertar, escuché esa voz aguda y machacona, ¡seguía, seguía! Me dirigí al cuarto de la abuela y le planteé pedir cita al psiquiatra para el primo. Despues, regresé, y le cuestioné que tal vez lo que necesitaba es que alguien le hiciese caso, lo tomase en cuenta. Así que le preparamos una habitación por tiempo indefinido. |
Las letras que escribimos nunca se sabe hasta donde van a llegar. MI PEQUEÑO BLOG DE ESCRITORA.
domingo, 12 de mayo de 2019
La velada
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Hola Diana, vengo del enlace que me aconsejaste y que habla de una nueva versión de Caperucita. Me parece muy acertado. Hoy en día se han hecho muchas versiones de los cuentos clásicos, adaptándolos a nuestra manera de pensar en la actualidad, y me parece estupendo. Eso no le resta mérito a la versión original, que aunque esté anticuada es un reflejo de aquella época y su manera de pensar. ¿Qué dirán de nuestros cuentos modernos las generaciones venideras? A lo mejor tampoco cuadra su mentalidad con la nuestra, y sin embargo ahora son el no va más. En fin, que a cada época hay que darle lo suyo y que es bueno que los niños lean y conozcan los cuentos de antes y los de ahora.
ResponderEliminarLas versiones que se hacen de los Clásicos me parecen un gran acierto
Un abrazo , guapa.
Totalmente de acuerdo contigo, Rita. :)
EliminarMuy buen relato, con un final sorprendente. Todos hemos sufrido al pesado de turno que no hace más que hablar y hablar y marearnos.Nosotros no sabemos como quitárnoslo de encima y él lo único que quiere es que le escuchen, que alguien le preste atención Nada más.
ResponderEliminarEl contenido de tu historia hace reflexionar.
Un abrazo
Hace reflexionar, verdad que si? Me gusta eso.
EliminarHasta pronto!
A grandes males grandes remedios... 🙂 Besos
ResponderEliminarLaura, ojalá fuera el remedio. El lector muchas veces sabe más que el que escribe.
EliminarUn abrazo, guapa
Diana, tu relato nos hace pensar en estas personas, que no son conscientes de si mismas, ni de su pesadez. Se les va la vida por la boca y cansan mucho, cuánto más se les escucha más hablan...Creo que necesitan un psicólogo para encontrar ese equilibrio interior que les falta, si.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo, amiga.
Pues hay personas que cansan, sí, o que lo que cuentan nos parece superfluo; tal vez para ellos/as es importante.
EliminarPaciencia o interesarse un poquito más por lo que no nos interesa,... supongo. O hacer la del humo.
Un abrazo grande.
Su hablar aislado, como si estuviera dentro de una campana hermética, ya lo sitúa en el contexto de las personálidades trastornadas, quién sabe por qué tipo de neurosis. Y hoy, la sociedad en que vivimos se hace tan insoportable, que no extraña que se coja el camino de la evitación. Un abrazo. carlos
ResponderEliminarSí, una lectura muy válida es el trastorno del personaje.
EliminarUn abrazo, Carlos.
Hay personajes así, no se dan cuenta del cansancio que producen en quien los escucha. Muy buen relato.
ResponderEliminarmariarosa
Gracias, querida Maria Rosa.
EliminarHay gente que habla por los codos, verdad?
Un beso!
Los seres humanos somos sociables por naturaleza, es así, necesitamos escuchar y ser escuchados.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias Né. Me ayudas con tu comentario a concienciarme cuando pienso que una persona ya sobrepasa el límite de lo que me apetece escuchar!
EliminarUn abrazo!!
Está claro que cuando hay algo que contar lo de menos es la audiencia...
ResponderEliminarSaludos.
Jajajaja, qué bueno lo que dices Elvis.
EliminarYo he oído a gente hablar sola. Seguro que tú también.
Nos leemos, que es otra forma de escuchar. Saludos.
Qué bueno!!
ResponderEliminarTal vez esa pesadez era una manera de decir:"necesito que me escuchéis,necesito ser querido".Y a veces no somos tan generosos,aunque entiendo que el protagonista puede ser muy cansino
Besucos
Gó
Sí. Al final del cuento sopesé esa opción, Go. La posible petición de cariño de ese modo tan,.... aplomado. Como a veces un niño insoportable con sus llamadas de atención.
EliminarUn beso grande
Jajaja, y con servicio a la habitación y todos los gastos pagados por tiempo indefinido.
ResponderEliminarEspléndido relato!
Besos de anís.
Claro! Hay que ser buenos anfitriones!
ResponderEliminarPero nos reservamos el derecho a pedir silencio, ...
Besos de natilla