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viernes, 26 de abril de 2019

El legado de Satán

Contra la balaustrada de su casa hay un gato muerto. Un gato decapitado. El cuerpo cuelga en el exterior y no cesa de gotear sangre y la cabeza cercenada, que ha quedado dentro de la terraza, espanta con unos ojos blancos, vueltos.

No lo arroja al vertedero. Ese esperpento representa un cuadro de candidez frente a su saña, con la que se ha revestido siempre para dañar a cuanto ser indefenso se le ha cruzado en la vida.

Con la pericia del buen fotógrafo cada mañana tras desayunar se hace un selfie diferente con los restos macabros y con astucia les escribe un pie de foto muy elaborado, pletórico de un recuerdo. Va coleccionando todas las fotografías. Ha planificado editar a largo plazo un libro ilustrado, su autobiografía.

miércoles, 24 de abril de 2019

Mi droga

Esto es un tipo de droga, dura o blanda no sé, la verdad es que no entiendo de sustancias, pero es una adicción que no puedo parar. Agoto el tiempo  y hasta lo rebarro, como el comensal de malos modales que apura el plato con una sopa de pan o que introduce hasta lo patético  la cucharilla en el interior del vasito de plástico del yogur. Cuántas noches  ya cerrándoseme un poco los ojos van pero la mente insistiendo y obligando a no apartarse de las letras, que son para mí como cebos para los pececillos.

domingo, 21 de abril de 2019

El Amor


No está quieto.
Se camufla, se esconde, se revuelve, se sale, se difumina, se transforma, se hace opaco, se arropa, se gira, y se niega a sí mismo. Vibra al día siguiente.
Se disfraza, se envuelve, mira de reojo, se enceniza, se apaga, se oscurece, se dobla de dolor por la mitad, se asfixia, se aparta. Grita que no espera. 
Se ahoga, se desespera, nada. Triunfa. Se retuerce y araña y no comprende. Se aniquila. Resurge. Emerge. Estaba vivo.
Tarda, se retrasa, cruza, llega. Aprende, madura, renace, sufre. Aparece, se asoma, mira, reclama, llama, grita, espera, está, suspira. Quiere huir cargado de despecho.
Al fin sonríe, maulla, acompaña. Respira,
se adorna y se triplica. Y triplicado, duerme.


viernes, 12 de abril de 2019

Yo maté a Tominsky

Sí, yo maté a Tominsky. Nos conocimos en un restaurante. Yo me atragantaba con una langosta y él acudió en mi auxilio Después me torcí un tobillo al pisar una aceituna rellena de anchoa con un zapato de tacón y me dio asilo en sus brazos. Desde entonces nos hicimos inseparables.

Juntos robamos un vestido de Armani, yo lo reservaba para la despedida de soltera de su prima segunda, esa que se parecía a uno de los personajes femeninos de Jane Austen, pero Tominsky tenía otros planes con el vestido, quería hacer unos cojines de satén para nuestro gato persa.

El día que lo maté era lunes. Sufría Síndrome Lunítico- luego el juez me exculparía por este alegato- y por añadidura él no paraba de hablar y me estallaba la cabeza con su perorata. Además llevaba puestos sus pantalones amarillo limón. Al principio me preparaba las tostadas a tope de salmón ahumado, después se volvió mezquino, incluso con mis tostadas.

Me hervían los tímpanos de oírle nimiedades y no pude más. Me quité una media y se la anudé al cuello. Al principio solo quería asustarlo.
- ¡Aprieta, aprieta!- gritaba él contento bajo los efectos del champán.

Yo me dejé llevar por su euforia y apreté en demasía. La media era de un nylon muy fuerte, de alta calidad, y Tominsky no lo resistió.

domingo, 7 de abril de 2019

Mi confidente

Miro el café, fijamente miro el café. El negro de mis pupilas ha caído en sus profundidades, mis ojos enteros mezclados con su negror están ahí, con mi pensamiento.

No me sirve el mar, es demasiado ancho, se difumina y extravía lo íntimo y compacto de mi sentir; solo la taza de café negro y cargado sabe contener la gravedad de mi entendimiento. Horas, llevo horas mirándolo. Sabe de la verdad, sabe de amor, sabe de extremos sin términos medios aristotélicos este café negro y compacto como yo, que escucha, que me escucha en imperturbable silencio. Sólo le cabe esperar una lágrima, y otras más; alma tiene a estas horas, de ser mi confidente. No se enfriará ni perderá espesura, que sabe, lo necesito enteramente receptivo

miércoles, 3 de abril de 2019

Colisión


Veintidós de octubre, 8:07 a.m. Me levanto con tres kilos menos, me lo dicen los pantalones de cuero, que me quedan mucho más holgados que anteayer, y lo verifica la báscula de la mente, de farmacia, exacta. No estoy enferma, aunque vomité toda la tarde y hasta media noche.

Fue el tren.

Cruzó por mis arterias tomándolas a su suerte como vías; los vasos sanguíneos, como tablones de madera, qué ingeniero tan ridículo. Así quedó todo, arterias, venas, y amores… trastabillados y agrietados por una cordura loca según tú; por una locura cuerda, según yo. No sé. El caso es que mi sangre era toda tablones astillados.

El tren que me arrolló para salvarme de ti rompió todos mis huesos, en su ajetreo inmenso de vagones repletos de noches equivocadas.

Tres kilos menos. A fin de cuentas, está bien el balance, quedan compensados el haber y el debe a mi entender, para esta época de delgadez imperante.


Tres kilos trasladados a esa cabeza tuya, severamente amante, severamente cabal y por ambas cosas, severamente injusta.

Volver a nacer

Tantas verdades a medias y dudas devinieron en tensiones no resueltas que le llevó al delirio. Sus inclinaciones se quejaron pidiendo la car...